Hubo un tiempo en el que los devas, los ángeles, estaban en permanente conflicto con los asuras, los demonios, por el control del néctar de la inmortalidad, el denominado soma. Llegó un momento en el que dicho nectar pareció agotarse y, desconcertados, los devas pidieron ayuda a Vishnu. Vishnu les comunicó que la única forma de obtener dicho néctar era destilándolo del océano cósmico, pero que necesitarían la ayuda de los asuras para llevar a cabo dicha tarea.
De esta forma, de acuerdo a las indicaciones de Vishnu, se dirigieron hacia la montaña más alta que pudiesen encontrar. Vishnu, en su avatar de tortuga, buceó en las profundidades del océano cósmico hasta la base de la montaña y la colocó sobre su caparazón. Llamaron a la serpiente
Vasuki y la enroscaron tres veces y media a lo largo de la montaña. Tras duras negociaciones acordaron que los devas sujetasen la cola y los asuras la cabeza. De esta forma tirando y aflojando empezaron a batir las aguas del océano cósmico utilizando el monte como varilla.

Lo primero que sucedió fue que del océano emergen música deliciosa y seres celestiales, pero a medida que siguen batiendo, con más énfasis ,criaturas deformes y cada vez más terribles salen a la superficie. Devas y Asuras se asustan y desesperados le dicen a Vishnu que no pueden continuar con su tarea. Vishnu les responde que la única manera de obtener el preciado néctar es de esta forma, batiendo y bajando cada vez más profundo. Angeles y demonios reemprenden su tarea hasta que una pútrida y nauseabunda sustancia de color negro empieza a emerger de las profundidades cubriéndolo todo. Aterrorizados , devas y asuras abandonan la tarea y huyen despavoridos.
El mito refleja la experiencia que vivimos en la práctica de yoga. El batido es una metáfora del efecto que se produce al ponerse en contacto con las impresiones que vamos almacenando internamente. En la práctica de yoga nos giramos, flexionamos y abrimos a lo largo de nuestra columna vertebral como si esta fuese la varilla con la batimos nuestro contenido interno a través de las posturas que vamos adquiriendo y formando.
Al principio, cuando llegamos a esto del yoga, puede resultar una experiencia deliciosa, liberadora, mágica y todo lo que nos aporta es una positivo. Pero poco a poco empezamos a notar algo distinto. Empezamos a ser testigos de cómo pensamientos o recuerdos o emociones que creíamos olvidados empiezan a emerger. Quizás experiencias de vergüenza, resentimiento, culpas, envidia… de un pasado no tan lejano. Estos momentos pueden pasar y alternarse con otros de claridad y sosiego. Ahí seguimos hasta que el proceso empieza a trabajar con las capas más profundas en las que se almacenan esas criaturas que amenazan con arruinar tu existencia a medida que empiezan a hacer acto de presencia.
Las experiencias que no hemos procesado, recientes o pasadas, lo que pasó ayer, o traumas de hace 10 años se presentan en forma de sombras que parecen cubrirlo y anularlo todo. Entonces uno descubre que el yoga no te quita los problemas. Te los coloca delante.
Devas y Asuras aparecen en el mito como proyecciones del ego: la figura de los ángeles como seres generosos, justos, honestos, creativos, la figura de los demonios como seres crueles, duros, despiadados, egoístas, pero que de alguna forma pueden llegar a resultar muy atractivos. Representación de todos los apegos, el apego a lo que te atrae y el apego hacia lo que rechazas, todo con lo que te identificas. En el caso de la práctica de yoga los motivos por los que haces lo que haces: practico yoga para seguir coleccionando logros o fracasos con los que seguir construyendo un personaje con el identificarme y seguir dando visibilidad a mis proyecciones o poco a poco se va vislumbrando otro motivo. O conviven todos los motivos. Cuál se va haciendo más fuerte…
El escenario en el que hemos dejado el mito es bastante desolador. Devas y Asuras desesperados sin saber qué hacer deciden acudir al único que puede ayudarles. Shiva, que se encuentra meditando en una montaña recibe la llamada de auxilio. Shiva se encuentra rodeado de una cohorte de criaturas celestiales pero también de criaturas terribles (muy parecidas a algunas que emergieron del océano cósmico), puesto que para él es importante tener presentes este tipo de seres que producen rechazo en todos los demás como recordatorio de todos los aspectos presentes en la naturaleza. Shiva llega al océano cósmico con su cohorte y cuando llega a la superficie toma un sorbo de dicha sustancia. Se lo introduce en la boca y en lugar de tragarlo lo “saborea” dejando que poco a poco se deslice por su garganta, la cual se vuelve de color azul a medida que el veneno empieza a neutralizarse.

Shiva representa consciencia en el sentido en el que no filtra sus experiencias , permite que todo se presente tal cual. Por esto también se le conoce como el Compasivo haciendo referencia a la conciencia pura carente del sentido del sí mismo. El tipo de conciencia que tratamos de redescubrir en la práctica de yoga, redescubrir porque no es algo que tengamos que crear, ya está ahí. Sólo hay que sacarla a la luz.
Shiva tiene un profundo interés en todo lo que se presenta ante él acogiéndolo con perfecta ecuanimidad. Cuando se introduce la sustancia en la boca no se la traga inmediatamente ni la escupe fuera, observando lo que se presenta sin hacerlo suyo ni rechazarlo tampoco.
Devas y Asuras felices de ver las aguas claras de nuevo reemprenden su tarea con entusiasmo y todas las criaturas celestiales van surgiendo de nuevo hasta que la mismísima Lakshmi emerge con una jarra conteniendo el preciado néctar y lo vierte sobre el océano cósmico.
La idea es que nuestras sombras, impulsos, tendencias , pensamientos, recuerdos, sensaciones, emociones y traumas que no se han procesado por completo son el material del que se compone la práctica de yoga y su transmutación en el preciado néctar es el fin de dicha práctica.
Una clara conciencia que sostenga esos elementos en ecuanimidad es absolutamente necesaria. En nosotros conviven los angeles y los demonios y por eso, como en el mito, han de trabajar mano a mano para que nos podamos exponer tal cual somos a nosotros mismos.
La práctica va creando en sí misma un espacio de no reacción cada vez más potente de forma que nos podamos acoger a nosotros mismos sin apegos ni aversión a ninguna de las partes. El método para llevarla a cabo: la Compasión.
Se hace imprescindible que la practica remueva el contenido interno creando el cierto grado de incomodidad y malestar que supone sacar a la luz nuestras sombras. Que nos exponga a nuestras vanidades, celos, envidias y mentiras de forma que podamos ser testigos y de esta forma trazar su origen para desmontarlo.
Hoy en día mi práctica personal de ashtanga me hace cuestionarme más veces de las que me gusta admitir porqué practico. Me hace preguntarme casi cada día qué busco, qué sentido tiene el esfuerzo de una práctica diaria de casi dos horas que a veces me deja rota. Y no por fuera. Entonces me doy cuenta de que la práctica está funcionando. Que el hecho de que me cuestione es lo que me hace buscar respuestas y encontrarlas. Que el hecho de que me remueva es que efectivamente hay algo que remover. Que qué suerte haber encontrado un medio para hacerlo. Que poco a poco se van liberando historias y condicionamientos que llevaban mucho tiempo ahí y que tengo dos opciones, salir corriendo o acogerlas desde la compasión y la ecuanimidad. Porque al fin y al cabo, son las mías.
Fuente para el texto Ty Landrum