RELACIONES

Hace unos días vino a clase una chica que llevaba poco tiempo practicando. Me comentó que había hecho yoga antes de forma esporádica con lo que se consideraba prácticamente novata. También me dijo algo que suelen decir las personas que vienen por primera vez o con poco experiencia en la práctica de yoga: “no tengo nada de flexibilidad y lo hago fatal”

Ya hablaremos en otra ocasión de lo que en general se consideran “requisitos” para hacer yoga….. hoy no.

Ese día sólo había tres personas en clase, esta chica y otras dos. La conversación con esta alumna se mantuvo delante de las otras dos personas. Yo le comenté que el primer avance en la práctica de yoga se refleja justo fuera de tu esterilla y de la clase de yoga, se refleja en las relaciones con los demás. Las tres me miraron sorprendidas. No se esperaban esa respuesta. Si llevas tiempo practicando conmigo mi comentario no te hubiese sorprendido, ya me vas conociendo….

Mi comentario fue el detonante de una de las clases más bonitas e interesantes que compartido durante estos años. Consistió en una charla de casi hora y media en las que les expliqué muchas cosas, pero la más importante, cómo hacer que el yoga sea una herramienta para llevar una vida más plena y feliz. No fue nada preparado, surgió de forma espontánea a través de sus preguntas. Me encantó su curiosidad y sus ganas de llevarse la práctica al lugar en el que tiene sentido: tu día a día. Me dijeron que echaban de menos ese tipo de explicaciones y aclaraciones, que practicaban porque les hacía sentir bien pero que no sabían cómo llevarse la experiencia a su vida cotidiana.

Una vez más, hablé desde lo que se :mi propia experiencia.

Tengo un baremo particular para “medir” mi avance personal en la práctica. Cada año paso unos días con mis hijos y mis padres en su casa de la playa en los que generalmente no me acompaña mi marido. El año pasado esta experiencia me mandó derechita a la casilla de salida: mismas reacciones, enfados, mismo no entender, mismas fallidas expectativas……….

Independientemente de cómo sea la relación con tu familia directa, los lazos de sangre con padres, hermanos e hijos son los más fuertes que podemos experimentar. Ahí se caen a plomo las caretas y los disfraces.Nos mostramos tal cuál, no hay filtro que suavice ni disimule ni esconda.

Hace poco mencionamos algunas de las causas de sufrimiento. La primera de ellas es Avidya, ignorar nuestra naturaleza esencial, es decir, no saber quiénes somos. Si desconozco mi identidad, la busco en otra parte. Construimos una narrativa sobre nuestro personaje que se afianza a medida que crecemos, sea cual sea la experiencia, agradable, desagradable. Si tenemos experiencia difíciles cuando tenemos 4 años, eso va determinar cómo interpretamos las circunstancias cuando tenemos 11 o 12 años, y cuando somos adolescentes, estaremos creando historias sobre nosotros sin remotamente asociarlo a las experiencias que vivimos cuando éramos pequeños, experiencias sobre las que no teníamos ningún control pero que aún así, permitimos formasen nuestra historia.

En base a lo anterior se van forjando apegos y desapegos, atracciones y rechazos, abundancias y carencias, basados en nuestra interpretación acerca de miedos, inseguridades, celos, envidias.

Cada día, al desenrollar la esterilla estamos ejerciendo acto de valentía y de responsabilidad. Sobre la esterilla tampoco hay filtros. Cada día, aunque no te des cuenta, te llevas la discusión que tuviste por la mañana, el mail que te olvidaste de enviar, la frustración del tráfico infernal de la ciudad, la alegría de una buena noticia. Por eso es importante cultivar una actitud de desapego, Vairagya, para que la imagen que te devuelta tu práctica sea la más nítida posible. Por eso cada día en clase antes d empezar te pido que cierres los ojos y mires lo que traes hoy ahí dentro.

Desde esa actitud mostrarás la valentía que necesitas para tomar las riendas de tu vida, de tus elecciones, de tus decisiones. Asumirás tu responsabilidad.

Poco a poco, práctica a práctica irás descubriendo tus tendencias , fortalezas , debilidades y algo muy significativo: tus reacciones.  Cuando eres capaz de mantener una postura o seguir una transición manteniendo la suavidad de tu respiración y de tu mirada, serás capaz de hacerlo cuando la vida te ponga delante situaciones en las que no te quede más remedio que permanecer. Puede que no controles nada, pero al final todo depende de ti. 

El espacio que le das a tus reacciones es clave. Un estímulo puede generar una respuesta airada, reflejo de tu mundo subconscientemente, de la narrativa que has creado sobre tu personaje en base a tus experiencias;  o puede ser el resultado de en un trabajo de autoconocimiento y de conexión con tu interior.

El lugar en el que comprobar el lugar que le doy al espacio de mis reacciones es el de las reuniones familiares. Puede que el tuyo sea otro, pero justo con quiénes no hay filtros es con quiénes se muestra nuestra verdadera (que no mejor) versión. Un espejo que refleja una imagen brutalmente honesta y que te brinda la oportunidad de cultivar un poco más de compasión hacia ti primero, hacia los demás después. De mostrar esa comprensión, empatía y solidaridad de la que haces gala justo cuando de verdad hace falta.

El lugar en el que trabajar el espacio a tus reacciones puede empezar en tu esterilla. Un medio para hacer de tu vida tu propia obra maestra.

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