Una amiga me preguntó una vez qué tipo de yoga practicaba y enseñaba en mis clases. Le expliqué lo que para mi significaba el yoga y determinó que lo que yo hacía era Yoga Transformacional.
El que te enseña a escucharte, a respertate y a quererte.
Una práctica a través del cuál cultivas vitalidad, valor, energía, creatividad, inspiración, compasión, calma, honestidad, entereza, integridad.
El que te muestra que no se trata de dejarse llevar por las expectativas, sino por el proceso.
El que desarrolla tu sensibilidad hasta tal punto que sólo escoges lo mejor para ti, desde la gente con la que te rodeas hasta lo que comes.
El que hace que una respiración consciente cambie de forma radical una actitud o estado de ánimo.
Con el que aprendes cómo cultivar el súper poder de mantener la calma ante el caos de la incertidumbre.
El que hace de tu cuerpo el monumento a las glorias y a los traumas de tu vida hasta este momento , el vehículo a través del cuál puedes acceder a tu propia historia, a tu dolor y a tu alegría.
Mostrándote una fe inquebrantable en la práctica, sabiendo que , al final, todo llega.
El que sin duda te ayuda a entender, que la relación más importante de tu vida, es la que mantienes contigo mismo.
Ese es el Yoga que yo practico y transmito.